jueves, 8 de noviembre de 2012

Bitácora de un gato en París: Un abrazo

Hace un par de semanas, la nostalgia me pegó de lleno y tuve un bajón anímico. Lo que se me ocurrió fue comprarme unas galletas, arroparme lo máximo posible, e ir al que es, hasta el momento, mi lugar favorito en París: un spot bastante tranquilo, frente a la Torre Eiffel, al lado del Sena, y un poco alejado de la innumerable cantidad de turistas que hay por la zona. Allí, olvidándome de todo, hice algo que solía hacer en mi cuarto, en Lima, cuando me sentía mal: cantar. Así que cargué mi lista de canciones toneras y, al rato, como mandado a socorrerme, el sol salió. De vuelta en mi casa parisina, preparé arroz con leche. Todo bien.



Hoy la nostalgia toco un nervio más profundo. La semana pasada estuve mal, con un dolor de garganta horrible que no me dejaba consumir nada sólido. Ayer, amanecí con dolor de estómago, y me asusté al pensar que podría ser mi gastritis, pasándome factura por todo el tiempo transcurrido sin prestarle atención. Decidí no ir a la universidad, quedarme en casa y ver una película y ahí sentí la pegada. Estaba virtualmente solo. Bueno, es algo obvio, pero una cosa es saberlo y otra sentirlo. De pronto, estaba allí, vacío, con la imperiosa necesidad de contar con alguien... de abrazar.
No tengo amigos aún con los que pueda abrirme en un porcentaje alto. Viviendo en Lima, rodeado de gente que habla mi idioma, en 28 años me costó muchísimo hacerme de personas así... así que aquí, al otro lado del charco, no tengo ni idea de cuanto vaya a costar, en tiempo, esfuerzo y suerte (porque conocer tipos y tipas chéveres es también cosa del destino). Situación siguiente: me provocó levantar el teléfono y llamar a mi país natal, a alguno de mis amigos... pero preferí aguantarme, ser fuerte y guardar el ticket de molestarlos para un momento más importante, porque, valgan verdades, la diferencia de horarios es una verdadera porquería.
Escucho a veces a Igor y a Mariano, ambos con novias en Lima, conversar con ellas. Supongo que esa situación debe ser mucho más complicada, porque hay alguien que les espera a kilómetros de distancia. Alguna vez, con un vino de por medio, les dije que yo había dejado una vida en donde casi lo tenía todo por otra, en París, en la que era la última rueda del coche. Trabajo, familia, amigos, todo por un sueño que tenía/tengo que vivir con mi cuerpo y que es parte de un sueño muy grande, algo imperioso a ver con mis ojos para saber, a ciencia cierta, qué es lo que más quiero en la vida. Pero, al margen de ello, si había un momento para embarcarme en esta aventura, ese momento es el que estoy viviendo, porque, a diferencia de ellos, no dejaba flaca o hijos, o deudas en Perú... pero qué difícil debe ser sentir que necesitas un abrazo y saber que la persona a la que más quieres en el mundo está en otro continente y que ni siquiera tienes a alguien a quien le tienes un poco de confianza para paliar esa situación o, al menos, contarle, de corazón, que extrañas sentir eso... aunque eso de extrañar es una cosa loca, y lo extraño puede llegar a ser algo cotidiano y viceversa.

Esta tarde vi llover - Armando Manzanero / Fito Páez

No hay comentarios:

Publicar un comentario