domingo, 28 de octubre de 2012

Bitácora de un gato en París: Lo que fue llegar

Le llamé. La acosé. Habíamos quedado en salir, pero al final, como ya parecía ser habitual, terminó por cancelarme y dejarme colgado. Aquella noche me sentí atroz, ¿qué podía estar haciendo mal? Veamos: funcionaba en el trabajo, de mi casa a él, de él a mi casa. Los fines de semana ya no tenía ganas de salir y lo único que me mantenía emocionado era el saber que tal día o tal otro tenía una pichanga. Respecto a las mujeres, diablos, que acababan de plantarme. Y entonces, como no había hecho en semanas, se me ocurrió revisar mi cuenta en Campus France (que es, grosso modo, la mano de la Embajada de Francia que coordina la postulación de los peruanos a las universidades de dicho país). La verdad no sabía por qué lo hacía: mi pesimismo respecto a ese tema era algo que ya había llegado a un límite insospechado, por más que pensara que ya era el momento de partir, porque, dejándome de cojudeces, salvo mi familia, no creía que tuviera algo que me aferrara sobremanera al Perú. Y entonces...


Y entonces lo vi... Y la choteada de la chica con la que había quedado en salir fue más que un recuerdo inútil, así como mi relación amor-odio con tantas otras con las que había salido en los últimos tres años. Y lloré. Y grité. Y mi hermano, que duerme al lado, me preguntó qué pasaba y le conté. Y se alegró, como lo hizo también mi madre, a quien desperté (eran las 11:30 p.m. aproximadamente del 5 de julio pasado). Y todo me pareció tener sentido entonces: el tiempo invertido, la experiencia acumulada, el final de mis clases de francés, el no tener novia, el haber podido vivir en Lima todo aquello que me dio la gana, la experiencia acumulada (sí, lo vuelvo a señalar), etcétera, etc., etc.
En agosto ya no tenía trabajo y me encontraba preparándolo todo. "Aún hay que esperar que me den la visa", le decía a todos los que me preguntaban por lo ocurrido y se abalanzaban sobre mí para felicitarme. AÚN FALTA. Cita el 22 de agosto. Respuesta el 4 de setiembre. Como tenía que matricularme en la universidad el 14, me aseguré en comprar el pasaje para llegar el 12 a París, saliendo de Lima el 11 de setiembre (sí, 11 de setiembre). AÚN FALTA. En el camino, agradecí infinitamente el cariño que mucha, mucha gente me mostraba... ante ello, me daba cuenta, más que nunca de lo importante que es no dejar de hacer nada de lo que uno quiere y que, en definitiva, sí tenía muchas cosas que agradecerle a Lima... gente a la que me hubiera gustado meter en la maleta.
AÚN FALTA. El 4 de setiembre fui a "recoger" mi pasaporte a la Embajada de Francia con la respuesta, con la visa o sin ella... en la ventanilla designada, una chica me pidió mi nombre: "¿Grimaldo? A ver...". Segundos terribles. "¿Grimaldo? Lo siento, pero no se te ha aprobado la visa". Horror. Impotencia. Pero el 14 tengo que estar para matricularme... "Lo siento, es decisión del cónsul". Pena.
Aquél día recibí innumerables llamadas de gente a la expectativa. Todos reaccionaban diciéndome que no me desesperara, que batallara hasta quemar el último cartucho, y la verdad, yo no quería saber nada del asunto, solo dormir, llorar y dormir. Al día siguiente reaccioné: pedí una cita en Campus France que me dieron para ese mismo día, y otra para volver a pasar mis papeles por la Embajada, que me dieron para el día siguiente. AÚN FALTA. En Campus France revisaron mis documentos y me dijeron que no entendían por qué me habían negado la visa. Mmmm... Al día siguiente, volví a hacer mi cola en la Embajada y, poco después de entrar a la sala de espera, la misma chica que me había dado días atrás la desalentadora noticia me llamó a un lado: "Sr. Grimaldo, ¿no?" Sí, claro. "Lo he estado tratando de contactar. He hablado con el cónsul. Le vamos a dar la visa". Francamente no entendía lo que pasaba, pero genial. Así que un día antes de tomar el avión que lo trajo hasta París, un feliz y temeroso Diego Grimaldo, estaba recogiendo un documento que tenía su foto y el permiso de un país para quedarse en él por un año. No hubo mucho tiempo para despedidas. Fue todo muy rápido, yo diría hasta violento. Lo interesante de ello fue que, sin evaluarlo mucho, mi corazón, alma, o razón, como sea, me trajeron las ganas de ver a un grupo de personas, a las que les pude decir "chau, hasta luego". A ellas las traje conmigo, de alguna forma. Y la verdad es gracioso como todo parecía haber confabulado para que se resolviera y viniera a París en el momento en el que yo sentía que tenía que venir... y volví a creer en eso del destino, construido con nuestra propia determinación y con algo de suerte... en Dios (a mi estilo, claro está). "Mira que fuerte es tu destino", recuerdo que me dijo por entonces una de mis amigas más especiales, a quien tuve la suerte de ver poco antes de partir de Lima. "Allá debe de estar esperándote el amor de tu vida". No sé si tanto así, pero como la oveja, creo que hay cosas que uno tiene que ver con sus propios ojos... y sufrirlo con su propio cuerpo, y cumplir sus sueños, para luego alcanzar otros, no sé si más grandes o pequeños, distintos, en todo caso... pero siempre avanzando. AÚN FALTA, esto recién empieza.

Brillante sobre el mic - Fito Páez

No hay comentarios:

Publicar un comentario