domingo, 25 de marzo de 2012

Tener sed y tomar agua

Imagínate...
Perdido en medio del desierto, a punto de desfallecer... y ruegas por un poco de agua, un poco solamente, para sobrevivir, y hasta te dices: "Daría lo que fuera por, al menos, poder mojar mis labios". Al borde de la muerte, ¡maravilla! ¡milagro! encuentras algo de líquido elemento, digamos, dentro de una botella perdida (¡más suertudo!). Y entonces continúas tu marcha... racionalizas el recurso para que no se gaste innecesariamente y, mientras tanto, cada bocanada de agua te parece la cosa más grandiosa del mundo, la más refrescante, la vida misma. Llegas a una ciudad: te salvas. Porque ya puedes hacerlo, te terminas el resto del agua que quedaba en la botella. Te bañas. Tomas toda el agua que su cuerpo pueda aguantar y alzas los brazos hacia el cielo agradecido por tu buena fortuna. Pasa un tiempo... ya no solo puedes tomar agua... hay Inca Kola, la chaposa más sabrosa, té helado, en fin... muchas más alternativas... el agua ya no sabe a gloria... ya no estás más en medio de un desierto, solo y sin recursos. Ya incluso olvidaste que alguna vez hubieras dado lo que fuera por, al menos, poder mojar tus labios. Tomar Coca Cola te hace más feliz que solo beber agua. Sobrevivir y ser feliz son dos cosas distintas.

Mi enfermedad - Los Rodríguez

lunes, 19 de marzo de 2012

Y se ríe, se caga de risa

Ya lo advertía la interesante sabiduría de El espíritu de los cínicos, "Dios se ríe de ti cuando..."
... Cuando te encuentras en un momento en el que lo quieres mandar todo al diablo y, en lugar de un salvavidas te lanza una piedra, solo para saber si eres lo suficientemente idiota como para confiar y cogerla -y, por ende, hundirte- o lo suficientemente fuerte para aguantar la tentación y seguir nadando, así sea contra la corriente... aunque sabe que uno es humano y, ergo, la puede terminar regando...
Veinticuatro horas atrás me preguntaba lo siguiente, preso de una nostalgia felizmente racional y tras haber visto por segunda vez la película Days of Summer: ¿Cómo alguien que ha llorado en tus brazos, que se abrió con uno como nunca lo hizo jamás con alguien, y que compartió tantos momentos gratos puede un día mandar todo eso al limbo y olvidarte como se olvida un dolor de cabeza que nunca llegó a migraña? Respuesta: Porque esos momentos no significaron lo mismo para esa persona (primicia, chocherita). Lo especial solo está en la mente de quien lo cree así.
Hay una parte en esa cinta que personalmente me encanta y me parece brutalmente cursi: la parte en la que la chica protagonista le está contando un millón de cosas al chico protagonista y una voz en off dice algo así como "mientras escuchaba, Tom se dio cuenta que estas no eran historias que se le contaban a cualquiera, porque tenían que ganarse, se preguntaba si alguien más había tirado abajo ese muro, y entonces las siguientes siete palabras lo cambiaron todo... nunca se lo había dicho a nadie".
Antes pensaba así, pero ahora creo que cuando uno cuenta algo que te acojona por primera vez, las siguientes veces -con x personas- es mucho más fácil, así que no es la gran cosa... uno puede tener el mérito de haberse tirado abajo ese muro, pero el terreno lo termina invadiendo alguien más efectivo y rápido, alguien que aprovecha mejor la oportunidad.
Tonterías al margen, y a lo que iba, últimamente he estado hecho una piedra, porque la situación lo amerita. De pronto, me empiezo a sentir mejor, decido ir a un lugar al que me empuja el resto y me digo, "¿por qué no?". Y voy. Y me encuentro con gente a la que hace mucho no veía y todos me saludan felices. Y yo feliz, empiezo a pensar que la tormenta está pasando y bajo la guardia ante la necesidad de paz y la de no andar a la defensiva. Entonces, porque Dios existe y se quiere reír un ratito, la pone frente a mí, a la chica que me rompió el corazón y me empujó a transformarme en el tipo desconfiado y alpinchista que ahora mismo tengo por escudo, y yo, porque soy humano y tonto y pavo, me le acerco y le digo "hola", y mientras lo hago un escalofrío maligno me paraliza. En instantes, solo atino a mirarla, a darme la vuelta y a decirle "chau"... y eso fue suficiente para arruinarme la poca alegría que había con esfuerzo conseguido juntar... camino luego a lo loco, por la calle, tratando de calmarme... pienso que no debo darle importancia porque "hay peores fantasmas de los cuales preocuparse", que ese Gasparín que acababa de ver no tenía razón para desanimarme,  y ¡chan!, me cruzo con un hijoputa amigo de mi ex ex y este hijoputa me pregunta por mi ex ex: "¿Qué sabes de ella?"... "¿Por qué cojones tendría que saber algo de esa mujer?". Y alguien en el cielo cambia la risa por una carcajada con revolcada en el piso. 

PD: También se le conoce como Ley de Murphy.

Demasiada presión - Los Fabulosos Cadillacs

domingo, 18 de marzo de 2012

Clandestino

Jornada mágica y delirante la de anoche en el bautizado Festival Siete Mares. Luego de casi una vida de no poder hacerlo, me pude dar el gusto -y mi hermano mayor también- de ver y oír en vivo a uno de nuestros favoritos: Manu Chao.



Definitivamente nadie podría quejarse de un concierto tan largo y tan a la medida de la locura que fue el Gran Parque de Lima. Luego de Bareto y La Sarita, que estuvieron a la altura del día, por cierto, tenía que llegar un espectáculo lo suficientemente bueno como para borrar la chévere performance de sus antecesores, y así fue: más de dos horas de euforia con canciones como Clandestino, Hoy día Luna..., Desaparecido, y la siempre ponedora Bongo Bong.

lunes, 12 de marzo de 2012

Say no more

Y entonces uno no puede más que gritar “ahhhhhhh”, y tener ganas de mandarlo todo al demonio, pero no… es imperativo mantener la calma, decirse a sí mismo: “paso a paso se llega lejos”, y buscar el mecanismo que permita mantener los pies sobre la tierra y la concentración a mil, ya que es importante “no perder de vista el objetivo primordial”.
Cansa. Hace dos años que vengo persiguiendo un viaje a Francia (para hacer una maestría) que no se concreta. Cansa porque justo antes de que lo empezara a intentar la forma de ir era mucho, mucho, mucho más sencilla que cuando inicié esta aún trunca travesía e, inevitablemente, no puedo evitar compararme con un puñado de gente que conozco, gente que se ha ido con la mitad de la experiencia que yo tengo y la mitad de la habilidad que poseo para hablar y entender el francés, sin certificado que los avale y sin planes a corto o largo plazo.
Cansa, porque –disculpen el berrinche- todo esto me hace reforzar en mí la idea de que eso del intercambio equivalente es una tontería, que no existe la justicia, porque, si bien la frase “se lo merecía” es linda, en el fondo las cosas no se obtienen solo con merecimientos, pues muchas cosas dependen de la suerte, del ambiente, del contexto, en fin, de “n” factores. La justicia la hace uno, de acuerdo a sus propias posibilidades, de acuerdo a las armas con las que cuenta y, ciertamente, a veces estas no bastan. A veces, simplemente no se puede hacer justicia.  
Cansa. Hace unos meses –como siempre- tuve una conversación muy interesante con alguien sobre el hecho de fallar. “Vale también, ¿no?”, me comentó. “¿Por qué todo el mundo aplaude el ‘éxito’ y mira mal a los que no lo obtienen? ¿qué es obtener el éxito? ¿acaso uno no puede avanzar y, al llegar un momento en el que se diga a sí mismo: ‘ya no puedo más’, sentirse bien y no un fracasado?”, a lo que yo contesté: “¿Y por qué no hacer un esfuerzo más? ¿acaso no puede ser que en el instante en el que uno se dice: ‘ya no puedo más’ sea justo antes de dar el último paso para llegar a la meta, solo que, piña, justo ese día había neblina y no podíamos darnos cuenta que así era? Todo depende de uno, de lo que te haga feliz, ya que, finalmente, el resto no importa, porque si el que se cree fracasado es uno, allí si se está jodido, y eso se tiene que arreglar de alguna forma, reformulando el plan o intentando hacer otra cosa”.        
Pensando así es que sigo con el proyecto. Cansa. Hace un rato sentí que todo se me iba de las manos, que las cien mil modificaciones que he hecho sobre los mismos datos –y que tengo que seguir haciendo- no van a servir de nada y que, cuando llegue el momento y me den la noticia: “no lo lograste”, me voy a creer el ser más idiota del mundo y voy a gritar otra vez “ahhhhhhh”, pero pienso también, ¿y si me detengo y no lo intento una vez más? ¿acaso eso me va a hacer feliz? Y entonces vale nuevamente decirse a sí mismo: “paso a paso se llega lejos”, y otra vez más buscar el mecanismo que permita mantener los pies sobre la tierra y la concentración a mil, ya que es importante “no perder de vista el objetivo primordial”, porque “uno no puede ganar la lotería si es que antes no ha comprado un billete”.
Pensando así es que sigo con el proyecto. Quién sabe, tal vez, tal vez… de aquí a unos meses pueda escuchar “se lo merecía”, y creer que aquella frase que ahora mismo me parece solo linda es válida y que la justicia, puede que tarde, pero llega en algún momento. O quizá... quién sabe, tal vez, tal vez, simplemente la justicia existe y no voy a poder irme a Francia nunca porque realmente no me lo merezco.

Say no more - Ray Charles

jueves, 8 de marzo de 2012

Y un día se fue

Se fue. Era lo que hace más de un año sabíamos que sucedería, pero igual... duele... duele porque es triste y raro... extraño...
Chilcano se fue como llegó a mi vida: con mis brazos apretándolo fuertemente.
Aquél día, en el que lo conocí, realmente la estaba pasando mal, pero su actitud lo cambió todo: me hizo entender que los cambios hay que saber enfrentarlos como hace un perro, adaptándose.
Aquél día, en el que lo arrebaté -inevitable y egoístamente- de los suyos, terminé por abrazarlo con ganas... díganme idiota o cursi, pero en ese momento lo necesitaba, le prometí cuidarlo con toda mi fuerza si me brindaba ese cariño incondicional que se les achaca a los de su especie, y nunca falló, jamás. Espero no haberle fallado yo, aunque finalmente no lo pude proteger.
Chilcano era un capo. Era mucho más gente que mucha gente, y mucho más noble que muchos nobles.
Chilcano se fue dejándonos a mi familia y a mi los mejores recuerdos que pueda dejar una mascota.
Creo que fue feliz. Se le veía en la cola.
Hace un par de horas tuvimos que tomar una decisión horrible, pero necesaria.
A Chilcano le habían dado un par de meses y duró cerca de catorce, recuperándose una y otra vez, sin embargo, ya no se iba a recuperar más.
Se fue. Duele ver partir a alguien tan querido, mas como siempre he creído: no creo que haya mejor forma de dejar este mundo que sabiéndose rodeado de personas que te aman, y a él lo amamos mucho.
Y él nos amó mucho. Se le veía en la cola.
Será extraño no escucharlo llegar tumbándolo todo o reír mientras mi padre reniega al verlo entrar a la cocina lambisconeando... o sorprenderme como Sebastian le enseña a hacer trucos por comida... o rabiar al notar lo engreído que está gracias a Martín... o reventar en ternura cuando salta y salta como un canguro al sentir a mi madre cerca y mientras le exige un hueso del tamaño de una casa. 
Pero eso es todo... así es la vida... se va alguien y el dolor queda, al menos por un tiempo, hasta que se transforma en otra cosa más aceptable, en recuerdo puro, grato, en algo digno de encenderse.
Se fue. Espero que haya sido feliz.
A nosotros nos hizo muy feliz tenerlo cerca: fue un can fantástico.
Ahora habrá que adaptarse a su ausencia.

Voces - Konstantino Kavafis

Idealizadas voces de aquellos que han muerto,
o de aquellos que para nosotros se han perdido
como muertos.
A veces hablan en nuestros sueños;
a veces nuestra imaginación los oye.
Y en su eco, por momentos, regresan
como en la primera poesía de nuestras vidas
como una melodía que se pierde y se apaga
en la noche.