viernes, 23 de abril de 2010

Le llevo flores

Este es el último día que guardo duelo, el último día de pena arrolladora y seudoconsciente. Aquí vale la frase: nunca más. Es una lástima que al final haya sido solo un niño muerto, por más que le hubiera intentado guardar esperanza, pero así -supongo- es la vida. Hoy hubieran sido 84 meses de sueños compartidos, y como prometí... hoy le llevo flores a la tumba a aquél infante desahuciado, a aquél ser inocente que nunca pudo ver la luz, a un amor que yo pensé era tan grande que lo podía todo, pero que en realidad no logró cederle un poco de libertad a propósitos mayúsculos. Es una lástima, repito, porque cuando uno crece pierde la inocencia con el fin de ganar fuerza... para aguantar la pena y superar los golpes, uno tiende a hacerse duro, frío y en la aventura, el más dañado, deja algo de su corazón en el suelo a cambio de pasos hacia adelante. Yo quise con locura y racionalidad. Yo soñé, con posibles e inalcanzables. Yo lo dí todo, y ya no doy más. No tengo nada de que arrepentirme. Este es el último día que guardo duelo porque sí, porque vale la pena, solo por hoy... no voy a decir que soy un nuevo Diego, porque eso me parecería una estupidez, una cachetada a todos los que me han querido hasta ahora por mi forma de ser... soy el mismo idiota cursi de siempre, no sé si peor o mejor, pero ya lo averiguaré. Muchas gracias a todos los que me dieron la mano cuando más lo necesitaba, cuando me encontraba en el suelo desangrando tras golpes y golpes y el tiro de gracia que llegó desde donde menos me lo imaginaba... cada uno sabe lo que hizo (y el momento en que lo hizo). Y pongo ya las flores, siete... a la izquierda del roble...

  1. El primer beso. Un dixie jazz
  2. Le gustaba. Usted - Diego Torres
  3. Mes uno. Que no te daría yo - Alejandro Sanz
  4. Buen concierto. El baile y el salón - Café Tacuba
  5. Ayyy. Ligia Elena - Rubén Blades
  6. Último baile. Necesito un amor - Antonio Cartagena
  7. En Magdalena. Vasos vacíos - Los Fabulosos Cadillacs

A la izquierda del roble - Mario Benedetti

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
como en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños,
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.

Ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
déjame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.

Vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube ha resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

2 comentarios:

  1. Diego querido, qué bueno que hayas tomado esa decisión...yo que te tengo sentado a mi costado de lunes a viernes pude percibir tu pena todo este tiempo (cuando hablas, cuando te llevas la mano a la cabeza, cuando te quedas con la mirada fija en el vacío).... Derry

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  2. Es bueno aprender de lo que nos pasa, y aún mucho mejor saber salir de cada hecho, aprender a levantarnos de cada caída y pasar la página como se debe. Se aprendió, se amó, disfruto, lloro, pero ya paso... Pa' delante no más mi querido gato...

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